Lago Como




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Los hay más grandes, más salvajes y a lo mejor hasta más espectaculares. Pero aunque desde el punto de vista natural a este lago glacial de paredes altas y empinadas le sobran las razones, lo que lo convierte en especial es la mano del hombre que, en sus villas, hoteles y jardines, ha creado históricamente un edén que produce en quien lo visita un anhelo irresistible de volver a la tranquilidad de sus orillas. Por eso vienen siendo multitud de personalidades las que a lo largo de los siglos han elegido el lago Como para un perfecto y, sobre todo, privado reposo.

Un enclave de evasión

De la misma manera, si el lago Como hubiera sido descubierto al turismo internacional en los años 60, el resultado hubiera sido probablemente desastroso. Afortunadamente no fue así, puesto que, ya desde la época medieval, los potentados escapaban aquí del bullicio de la vecina Milán. Debe de ser por ello que la impronta humana en forma de iglesias románicas, pequeños puertos pesqueros, pueblos encaramados a las laderas y, sobre todo, jardines y terrazas de multitud de villas privadas y grandes hoteles, lejos de arruinar el paisaje, conforman un escenario perfectamente integrado en un entorno ya de por sí de singular belleza.




Comprarse una villa y convertirse en vecino del actor que fuera calificado como el más guapo del mundo, George Clooney, es sin duda un lujo envidiable, pero también lo es poder considerar como segunda casa provisional uno de los grandes hoteles que se ubican a las orillas del lago, en un lugar donde la hostelería de calidad es un arte hereditario que ha pasado, literalmente, de padres a hijos durante siglos de turismo de la más alta gama.

Tranquilidad, belleza y buena vida

No es de extrañar que los libros de registro de los grandes hoteles del lago Como sean en sí mismos piezas de colección que contienen un sabroso quién es quién de los personajes más prominentes del último siglo y medio. La lista de huéspedes ilustres es tan extensa que se puede afirmar que están casi todos los que en el mundo han sido en los últimos tiempos, desde la A de Ava Gadner a la Z de Zsa Zsa Gabor.

Es el caso del Villa Serbelloni, en el precioso pueblo de Bellagio. La quinta generación de herederos de Gianfranco Bucher –un magnate de los grandes hoteles que a finales del siglo XIX fundó algunos de los establecimientos más exclusivos entre su Lucerna natal y la ciudad egipcia de El Cairo– es la encargada de mantener la magnificencia de este hotel lleno de mármoles y suntuosas pinturas y en cuya espectacular salle à manger han desayunado personajes como los políticos Kennedy y Roosevelt o el actor británico Cary Grant. La chaqueta y la corbata son las prendas requeridas e imprescindibles para disfrutar del cenador a orillas del lago, donde las creaciones moleculares del chef Ettore Bocchia, un célebre e innovador cocinero italiano distinguido con una estrella en la guía gastronómica Michelin, son servidas con formalidad por camareros de blanco inmaculado y se acompañan con una apreciable bodega de innumerables referencias.

Paseos por el jardín

Algo más reciente, de 1910, es el hotel de Enea Gandola y su mujer María Orsolini que, tras completar el Grand Tour europeo típico entre los prototuristas de la época, decidieron construir un magnífico palazzo donde acoger con todo tipo de atenciones y lujos a otros viajeros como ellos. Eligieron una situación privilegiada a las orillas del lago y mirando a su pueblo natal, Bellagio, y a las montañas Grigne. En el actual Grand Hotel Tremezzo que fundaría el matrimonio es fácil perderse por sus más de 20.000 metros cuadrados de jardines y senderos que, entre azaleas y antiguas magnolias, nos dirigen suavemente colina arriba hacia el Belvedere, donde se funden con los jardines de su aristocrática vecina, la mansión llamada Villa Carlota. Durante el paseo se pueden admirar las esculturas contemporáneas que en los últimos tiempos ha ido adquiriendo la tercera familia que regenta este establecimiento en sus más de cien años de existencia. Y a modo de oasis, entre las palmeras y los rododendros resulta también un placer encontrarse con la Piscina dei Fiori.

Con unos orígenes mucho más humildes, el Hotel Belvedere Bellagio nació cuando la familia Gilardoni decidió abrir la pensión La Vignetta, en 1880, como hospedaje sencillo en el que acoger a los que venían a trabajar en la zona desde el campo. Gracias al tesón de la heredera María, la modesta pensión acabó convirtiéndose en la segunda década del siglo XX en un cosmopolita hotel cuyas instalaciones estaban dirigidas a la nueva élite europea. El hotel sigue estando ahora en manos de las féminas de la familia de los Gilardoni, y a día de hoy es Tiziana la que instruye a su hija Giulia para que continúe con la tradición de hospitalidad familiar. Una curiosa saga más de las que en este lago llevan cerca de cien años luchando para llevar el oficio hotelero a las más altas cotas. Y es que, como bien saben los visitantes habituales del paraíso de Como, aquí el glamour resulta más verdadero y natural gracias a que tiene raíces muy profundas y se asienta, como en pocos lugares, sobre el preciado don de la discreción.

Selección Viajar: Hotel Villa d’Este, los límites del glamour

Aunque la opulenta Villa d’Este fue construida originalmente por el arquitecto Pellegrino Pellegrini como residencia de verano para el Cardenal de Como, Tolomeo Gallio, en 1568, desde 1873 ostenta el honor de atender en sus salones y habitaciones las necesidades de los más ilustres visitantes de Cernobbio, en la soleada orilla oeste del lago. Con este encanto histórico que posee a sus espaldas, el establecimiento ha ido creciendo y ampliando sus instalaciones para ofrecer hoy día incluso el alquiler de cualquiera de las dos villas privadas, ambas del siglo XIX, que se encuentran dentro de las 25 hectáreas de jardines con los que cuenta la propiedad. Además de que el palacio sea considerado una obra cumbre del Cinquecento italiano, también lo deberían ser sus jardines, ya que en ellos se encuentran, entre los diseños renacentistas, algunos árboles centenarios como el plátano más antiguo de la Lombardía, con más de 500 años.

En estos siglos y hasta el día de hoy, han sido muchas las personalidades que han paseado entre estos árboles centenarios, pero este hotel se enorgullece de mantener su libro de visitas bajo llave y estar prácticamente blindado contra los paparazzi, manteniendo así la privacidad más absoluta que sus clientes han venido buscando aquí desde hace más de 130 años.

Sus 152 habitaciones cuentan cada una con una decoración propia, pero todas con muebles de época, mármoles en los baños y sedas y brocados de rara belleza en los doseles. Aunque en ellas se pueden encontrar todas las comodidades del siglo XXI, están integradas de forma que no se pierda ni un ápice del histórico encanto original de Villa d’Este.

En primavera, los jardines del hotel alcanzan cotas límite de glamour gracias al Concorso d’Eleganza Villa d’Este que, desde 1929, muestra y premia las grandes obras de arte del diseño automovilístico tanto contemporáneo –con prototipos y concept cars– como clásico, con las creaciones míticas de maestros del género como Pininfarina, Giugiaro o Bertone.