Viajar a la capital de la moda y la cultura supone visitar, o mejor aún, alojarse en uno de sus míticos establecimientos hoteleros. Nos referimos a aquellos hoteles que hacen soñar, auténticos palacios a disposición del viajero que fueron pisados por las más célebres estrellas de cine o los diseñadores más renombrados. Los grandes hoteles de la capital francesa, como el Ritz, Le Meurice o Le Crillon, nunca pasarán de moda.
Elegimos como epicentro para descubrir este universo de hoteles de lujo que decoran las calles de París el legendario Le Crillon, situado en la Plaza de la Concordia. A pesar de querer mantener la discreción y anonimato propio de las grandes figuras políticas o personalidades internacionales que se alojan en su interior, las limusinas que se aparcan en la entrada dan fe de la calidad de sus huéspedes. Situado cerca del Palacio del Elíseo, muchas de las visitas oficiales de Estado se dan cita bajo sus muros. Esto explica que este establecimiento emblemático ofrezca tres suites presidenciales con una vista excepcional sobre el Obelisco de la Concordia, que pueden unirse de forma majestuosa para formar un apartamento de más de 350 metros cuadrados. Destacamos también su restaurante gastronómico, Les Ambassadeurs, creado en el antiguo salón de baile del hotel. Su sommelier David Biraud ha sido distinguido como el tercero del mundo en su especialidad en 2010. Lo que comenzó siendo un antiguo hotel particular, propiedad del conde de Crillon, es actualmente miembro de The Leading Hotels of the World e icono de referencia hotelera en la capital francesa.
No muy lejos, en el número 15 de la majestuosa Place Vendôme, nos topamos con el Hotel Ritz, nacido a finales del siglo pasado de la pasión del empresario suizo César Ritz, el primero en proponer a sus ricos clientes no solo electricidad sino también teléfono y un cuarto de baño en cada una de las habitaciones. Fue desde 1979 propiedad del millonario Mohamed Al-Fayed, y todo el mundo lo recordará ya por ser el último destino de la princesa Lady Di antes de su fatídico accidente. El palacio ofrece más de cien estancias de decoración clásica y cerca de 50 suites. Es célebre por haber albergado a numerosas personalidades, como Eduardo VII y Winston Churchill, pero, sobre todo, por haber acogido el talento de la diseñadora Coco Chanel, que residió más de treinta años en el mismo, así como el verbo de Ernest Hemingway, para el cual el barman creó incluso un cóctel específico, el Bloody Mary. De hecho, el establecimiento es reputado por su gastronomía. Su restaurante L’Espadon le ha dado al chef Michel Roth dos estrellas Michelin. La última novedad es que cerrará sus puertas el próximo verano para ser sometido a una importante reforma que durará 27 meses.
De Dalí al sultán de Brunéi
Seguimos nuestro recorrido y visitamos Le Meurice, otro de los grandes establecimientos que forman parte de la historia de la capital francesa. Situado desde 1835 enfrente del jardín de las Tullerías, en el 228 de la calle Rivoli, fue en un primer momento el primer palacio de París destinado a acoger clientela británica. Llamado Hotel de reyes y lugar de todas las excentricidades del pintor Salvador Dalí, es, junto con el Plaza Athénée, propiedad del sultán de Brunéi. El viajero podrá disfrutar no solo de una restauración exquisita en su restaurante Le Dali sino también deleitarse con el fresco monumental que recubre su entrada. Dicha obra ha sido diseñada por Ara Starck, hija de Philippe Starck, que ha colaborado en la renovación del hotel. La decoración de Le Meurice evoca un palacio privado del siglo XVIII, pero con un cierto toque de glamour que lo hace único. Los 10 millones de euros invertidos en la renovación de las habitaciones y pasillos no son para menos. El hotel es también reputado por su bar, el 228, con sus tres estrellas Michelin obtenidas en 2007 por el chef Yannick Alléno, y su Spa Valmont, sin olvidar la Belle Étoile (Bella Estrella), su suite de 275 metros cuadrados con terraza privada (250 metros cuadrados) y vista de 360° sobre París.
Templos de discreción
No podemos dejar de mencionar otras joyas que alberga la Ciudad de la Luz y a los que el viajero no puede dejar de asomarse. Nos referimos al hotel de La Paix, muy cerquita de La Madeleine, donde dicen que se ofrece el café más caro de la capital francesa, eso sí, con vista a la Ópera. Otro mítico hotel es La Trémoille, escondido en las cercanías de los Campos Elíseos, que ha albergado afamadas figuras como Louis Armstrong, pero también a estrellas actuales que buscan retiro y discreción. Asimismo, han emergido en París algunas de las cadenas asiáticas más reputadas que vienen a completar el círculo de hoteles-palacio. Se trata del Raffles Royal Monceau, el Shangri La, el Mandarin Oriental o el Península. Estas aperturas confirman la posición estratégica e indispensable de París para los grandes del sector.
Como muestra, el Mandarin Oriental, situado en la rue de Saint-Honoré, una de las calles más exclusivas del mundo, rodeado de tiendas de alta costura y a pocos pasos del Louvre. Dando un toque innovador a esta ubicación sofisticada, el hotel está construido alrededor de un exuberante patio, por lo que es muy luminoso y transmite una sensación de espacio abierto. Los interiores están diseñados en elegante estilo art decó con toques orientales. En su restaurante, el chef Thierry Marx ofrece una experiencia sensorial para los comensales más sibaritas con su provocador enfoque culinario.
Selección Viajar: encanto y refinamiento en el Plaza Athénée
Con la transformación de París en capital urbana y moderna llevada a cabo por Georges Haussmann en 1852, surgen algunos de los hoteles que se han convertido hoy en verdaderos emblemas del savoir faire francés. La punta de lanza de estos míticos establecimientos afrancesados, venerados por directores de cine y estrellas de la música, es, sin duda, el Plaza Athénée, a pocos pasos del Teatro de los Campos Elíseos, en el 5 de la Avenida Montaigne. No es de extrañar que este palacio se convirtiese, en un primer momento, en el lugar de cita de maestros de la música como Josephine Baker, Rudolph Valentino y Maurice Chevalier, para después posicionarse como la cuna de la alta costura y del arte. Bajo sus techos altos de estucados, molduras y tapices, son infinitos los actores que por allí han desfilado, pero también las figuras más destacadas de la nobleza y la política: Jackie Kennedy, Gary Cooper, la familia Ford, la princesa Grace de Mónaco, Rodolfo Valentino y un innumerable grupo de grandes actores y actrices hollywoodienses de la época dorada de la meca del cine.
Y es que el Plaza Athénée ha sido siempre una referencia imprescindible para la vieja aristocracia, pero también para las grandes figuras de la moda y, cómo no, los directores de cine. Muchos recordarán el hotel por ser decorado en el último episodio de la exitosa serie Sexo en Nueva York; otros, por ser el fondo de la película El diablo se viste de Prada.
El Plaza Athénée es, además, cuna de la exquisitez culinaria. En el año 2000, cuando se renovó el establecimiento, se contrató a Alain Ducasse, el célebre chef francés que ha situado al restaurante del hotel en los más altos estándares de la restauración francesa. El bar del hotel ha sido además decorado por Patrick Jouin, discípulo del diseñador Philippe Starck.
Cabe señalar, por último, la Suite Royale, lujosa residencia de 450 m², y la Suite Terrasse Eiffel, con una vista imposible sobre la Torre Eiffel desde todas sus estancias. Y un apunte final: en el 2008 se crea el Instituto Dior en el interior del Plaza Athénée, como guinda de la mejor oferta de lujo, suntuosidad y delicadeza dentro de un mismo hotel