Grandes clásicos de España: Glamour de otras épocas

Hotel Alfonso XIII.


Diario ABC, 24 de marzo de 1926. Extracto de una de las noticias del día: “Sevilla, tierra bendita, productora de imagineros gloriosos, toreros famosos, tiene en su haber industrial las magníficas producciones de cerrajería artística y la grandiosa cerámica, orgullo del barrio de Triana”. Así alababa el periódico del día el buen hacer de los orfebres, pintores, escultores y otros artistas locales elegidos para decorar el que muy pronto pasaría a ser el alojamiento más elegante de Europa. El Hotel Alfonso XIII (www.hotel-alfonsoxiii-sevilla.com) fue inaugurado por el monarca del que toma el nombre el 9 de marzo de 1929, año en el que se celebró en la ciudad hispalense la Exposición Iberoamericana. Para dar acomodo a los más altos dignatarios durante esta importante cita se construyó precisamente el hotel, de clara inspiración mudéjar. Desde aquel fastuoso día han sido muchos los huéspedes que han pasado por sus estancias y su Suite Real, desde actrices como Sofía Loren o Ava Gardner hasta los príncipes de Gales o Mijail Gorbachov. No es una habitación cualquiera: ofrece 200 metros cuadrados y detalles de lo más exquisito, como el bargueño con incrustaciones de nácar, regalo de la Begum Aga Khan. Hoy, el hotel se encuentra en proceso de rehabilitación: en la Semana Santa de 2012 volverá a brillar en todo su esplendor.

Lujo y bienestar

También en restauración –reabrirá en julio de 2012– se encuentra todo un clásico entre los clásicos, el Hotel María Cristina (www.hotel-mariacristina.com) de San Sebastián, con 136 habitaciones y suites al estilo Belle Èpoque. Construido en 1912, su factura es obra del francés Charles Mewes, autor también de los hoteles Ritz de París y Madrid. La primera persona que tuvo el honor de cruzar su umbral fue, como no podía ser de otra forma, María Cristina, madre de Alfonso XIII, que llegó hasta la puerta a bordo de un precioso landó. Fue ella quien puso de moda esta ciudad al continuar con la tradición iniciada por Isabel II de tomar baños de mar para mejorar su salud cada verano. Que la familia real, y con ella toda su corte, pasara tranquila y feliz la temporada estival fue también el motivo por el que se levantó, dominando la bahía de Santander, el Hotel Real (www.hotelreal.es) en 1917, como si de un palacio de la monarquía se tratara. Su actual Centro de Talasoterapia hubiera hecho las delicias de la aristocracia de la época.

Nobleza obliga

Llegados a este punto habrá sido ya fácil averiguar que si hay un personaje que quiso cambiar el panorama hotelero en España y crear alojamientos a la altura de sus invitados fue Alfonso XIII. El desarrollo del transporte ferroviario justo entonces había incrementado, además, el número de visitantes en Madrid, que se veían obligados a alojarse en fondas o casas particulares. La nueva ordenación urbana –con la Gran Vía ya en mente– atraía cada vez más a personas con alto poder adquisitivo, por lo que, una vez construido el Ritz, el rey sugirió la creación de otro gran hotel en el paseo del Prado, en el sitio exacto donde antes había un palacio. Con sus 400 habitaciones, el Palace (www.westinpalacemadrid.com) se convirtió el mismo día de su inauguración –12 de septiembre de 1912– en el hotel más grande del continente. Sus servicios no tenían competencia: por primera vez se incorporaban teléfonos, interfonos e inodoros en cada habitación. ¿Algún rincón especial? La Rotonda, ayer y hoy: bajo su histórica cúpula de cristal se puede tomar un café, entablar una tertulia o disfrutar del Ópera & Brunch de los domingos.

Con buena letra

En el Hotel Palace de Madrid se apuraron, en los años 40, los más famosos cócteles de la época: ginfizz, dry martini… Habituales de su cervecería La Brasserie eran Buñuel, García Lorca y Dalí. Huésped ilustre fue Hemingway, aunque si seguimos sus pasos por España tendremos que visitar de forma obligada el Gran Hotel La Perla (www.granhotellaperla.com), en Pamplona, de 1881, en el que es posible asomarse a la calle Estafeta desde la ventana por la que el escritor norteamericano disfrutaba de los sanfermines. Muchas páginas de la literatura universal se han escrito en algunas de las habitaciones de los hoteles de España donde mejor se conjuga historia y glamour. Por el Hotel Majestic de Barcelona (www.hotelmajestic.es) –desde 1918 en el Paseo de Gracia– pasó Antonio Machado. Y Ramón Gómez de la Serna vivió en el torreón del madrileño Hotel Wellington (www.hotel-wellington.com), el más moderno entre los clásicos, ya que fue construido en 1952.

El hotel Villa Magna (www.hotelvillamagna.com), otro clásico madrileño, propone estancias dedicadas a mejorar la salud y el bienestar mediante la fusión de las mejores terapias naturales, aunando conocimientos orientales milenarios y las más avanzadas técnicas occidentales.

Tiempos modernos

Otra prueba de que los hoteles más distinguidos han sabido adaptarse a los nuevos tiempos es el Wellington, en donde se ubica el renombrado restaurante Kabuki, en el que el chef Ricardo Sanz, con una estrella Michelin, adapta al paladar español los sabores orientales. Muy del siglo XXI es también el Spa del Palace de Barcelona (hotelpalacebarcelona.com), símbolo, desde 1919, de la tradición hotelera en la Ciudad Condal. Su Wellness Center invita a viajar por la cultura maya, con exóticos tratamientos de relax a base de arena negra, oro, seda y caracolas. Un escenario para encontrar el equilibrio entre cuerpo y mente. Aunque a los huéspedes se les sugiere un último esfuerzo: escuchar música jazz en el Rien de Rien, su famosísimo bar.

Selección Viajar: Hotel Ritz, el oasis de madrid

Impresiona ver el Libro de Oro de visitantes ilustres del Hotel Ritz de Madrid. No en vano sus páginas reflejan ciento un años de historia. En ellas han dejado su rúbrica desde nobles como el maharajá de Kapurthala o la princesa Grace de Mónaco hasta músicos como Von Karajan o Frank Sinatra y estrellas del séptimo arte como Laurence Olivier, Orson Welles, James Stewart, Julia Roberts o Brad Pitt. De sus viajes por Europa, Alfonso XIII había adquirido cierto gusto por la elegancia clásica y necesitaba ver España bien surtida de hoteles de lujo que pudieran competir con los alojamientos que había ido conociendo en el extranjero. El mayor de los sueños del monarca comenzó a hacerse realidad tras entrar en contacto con el mítico hotelero César Ritz, que supervisó personalmente el diseño del hotel por el que suspiraba el rey, que debía estar en sintonía con los de Londres y París. Los arquitectos elegidos fueron el francés Charles Mewes y el madrileño Luis Landecho, quienes lo proyectaron siguiendo una única consigna: que fuera grandioso, luminoso y confortable. En poco tiempo, las paredes del futuro establecimiento sobrepasaban ya las magnolias, los cedros y las acacias del Paseo del Prado.

A pesar de haber cumplido sus primeros cien años de vida, por el Hotel Ritz parece que no pasa el tiempo. El lujo era, cuando se inauguró, tener tres o cuatro cuartos de baño por planta y un teléfono por piso junto al ascensor. El lujo es hoy disfrutar de sus habitaciones, tomar el té de la tarde en sus salones –acompañado de pastas y los tradicionales scones– o reservar mesa para comer en el restaurante Goya, especializado en las elaboraciones gastronómicas mediterráneas. Un lugar éste, sin duda, para ver y ser visto, igual que la terraza y los jardines del hotel, donde es posible cenar al aire libre a la luz de las velas. Un masaje ayurvédico o balinés en el Bodyna Wellness Center podrán el punto y final a una estancia de ensueño en este auténtico oasis de Madrid.