Si los griegos situaron a sus dioses en la cumbre del Olimpo fue porque sabían que a nadie se le iba a ocurrir subir. Y, sin embargo, muchos siglos después otros europeos dejaron de rodear, evitar o temer las montañas y emprendieron la tarea, aparentemente futil, de subirlas para luego volver a bajarlas. Por primera vez en la historia del hombre había una forma de conseguir la gloria que no era la guerra. En el siglo XIX, la carrera por alcanzar las mayores cumbres de los Alpes, durante la llamada Edad de Oro del alpinismo, alcanzó unos niveles de épica y romanticismo que no volverían a repetirse ni siquiera en la época de los ochomiles. Y los nombres de unos pueblos hasta entonces totalmente aislados y bastante poco desarrollados comenzaron a llenar las bocas de la aristocracia europea: Davos, Saint Moritz, Zermatt, Chamonix…
De la tuberculosis al esquí
En los comienzos fueron las cualidades vivificantes del aire alpino las que promovieron la creación de sanatorios en una época en la que la tuberculosis hacía estragos. El Hotel Schatzalp (www.schatzalp.ch), en el exclusivo resort suizo de Davos, ofrece la posibilidad de viajar en el tiempo a la época descrita por Thomas Mann en La montaña mágica. Inaugurado en 1900 como sanatorio de lujo, se reconvirtió en los años 50 en hotel, cuando los avances en el tratamiento de la tuberculosis acabaron con el negocio tradicional. Sin embargo, sigue fiel a su vocación de lugar de reposo. Encaramado a una colina sobre la ciudad de Davos, para llegar hasta él hay que coger el tren particular del hotel puesto que está libre de coches. Y, una vez allí, sólo queda disfrutar de las vistas desde una de las tumbonas de sus galerías art nouveau, y del maravilloso jardín con más de 3.500 especies de flora alpina.
Precisamente una visita a uno de los sanatorios de Davos contribuyó al nacimiento de un deporte que permitiría la reconversión al turismo activo de estos centros de turismo sanitario. Mientras su mujer se recuperaba de un brote de tuberculosis, Sir Arthur Conan Doyle hizo sus pinitos en un nuevo deporte venido de Noruega, el esquí. El creador de Sherlock Holmes relató su mítico descenso a la vecina localidad de Arosa en un artículo para un periódico inglés que ayudó mucho a la popularización de este nuevo deporte.
En verano y en invierno
Durante el verano de 1864, un hostelero de Saint Moritz llamado Johannes Badrutt retó a un grupo de ingleses que se alojaban en su posada a que repitieran la experiencia en invierno prometiéndoles que el clima sería suave y soleado. Si no fuera así, el hostelero les pagaría los gastos del viaje. No fue necesario; los ingleses volvieron y el sol de Saint-Moritz hizo el resto. Había nacido el turismo alpino de invierno. Años más tarde, el hijo de Badrutt abrió el fastuoso Palace Hotel (www.badruttspalace.com), que con su icónica torre, una privilegiada situación junto al lago y un servicio imponente y discreto lleva más de un siglo albergando a ricos y famosos.
Por todo lo alto
La élite que se propuso seguir los pasos de los pioneros del alpinismo quería sentir también la excitación de las cumbres, pero cómodamente y sin despeinarse. En un principio fueron las mulas y, muchas veces, los lugareños más fornidos los encargados de transportar a los turistas por los tortuosos senderos alpinos. Poco después la construcción de funiculares y trenes de cremallera permitió la apertura de establecimientos como el Kulmhotel Gornergrat, en Zermatt (www.matterhorn-group.ch). Desde 1907 este hotel situado a 3.100 metros de altitud permite enfrentarse casi de tú a tú al impresionante Matterhorn, la temible pirámide que ostenta el título de pico más bello de los Alpes. Las tres estrellas del Gornergrat pueden parecer modestas, pero aquí el lujo está en contemplar de día los 39 cuatromiles que se extienden a su alrededor y dejarse fascinar de noche por las estrellas que abarrotan uno de esos cielos límpidos cada vez más escasos.
El principio y el fin
Aunque Suiza se lleva el solomillo alpino, los confines de esta cordillera de más de 1.200 kilómetros de longitud esconden algunos de sus lugares más encantadores. En Francia, los Alpes se levantan a lo grande con los 4.810 metros de su cumbre más alta, el Montblanc. A sus pies, Chamonix es la joya de los Alpes franceses y como cuna del deporte de montaña albergó los primeros Juegos Olímpicos de invierno en 1924. El Hameau Albert Ier (www.hameaualbert.fr) es quizá su institución más famosa. Bautizado en honor del rey belga Alberto I, afamado montañero y visitante asiduo, el Hameau es, desde el año 1903, un asunto de la familia Carrier. Sus dos edificios principales permiten elegir entre la modernidad de sus renovadas habitaciones y la tradición de los clásicos chalets alpinos. Pero la estrella aquí es el restaurante, que aúna las tradiciones francesas e italianas de ambos lados del Montblanc y cuenta con dos estrellas Michelin.
En Austria, los Alpes encuentran su principio, o su fin, en una de las ciudades más bellas de Europa, la barroca Salzburgo. En la ciudad de Wolfgang Amadeus Mozart, el hotel Schloss Fuschi (www.schlossfuschlresort.com), antigua residencia episcopal y monumento histórico, combina la elegancia y la solera de su antigüedad, pues data de 1450, con los lujos del siglo. Al borde de un lago, y con espléndidas vistas a las montañas, este hotel cuenta también con un afamado restaurante en el que degustar lo mejor de la cocina austríaca.
Selección Viajar: Victoria-Jungfrau Grand Hotel & Spa
No hay una experiencia comparable a regresar al Victoria-Jungfrau después de un día de caminata por la montaña o de un vuelo en parapente desde lo alto del valle de Interlaken. La transición entre el sudor y la adrenalina y el placentero relax en el magnífico Spa o en la enorme bañera de una de sus habitaciones resulta sorprendentemente natural y resume la experiencia del lujo alpino.
Situado en la zona más noble de Interlaken, en el muy decimonónico paseo de Höheweg y frente a un prado comunal que permite vistas espectaculares del mítico macizo del Jungfrau, este hotel es fruto del longevo matrimonio entre las dos grandes damas del Interlaken de la Belle Epoque que conforman su nombre.
El encanto de las habitaciones clásicas, con mobiliario de época y vistas a las nieves eternas de la trinidad Monch-Eiger-Jungfrau tiene un serio competidor en las junior suites de la moderna ala Bel Air, en las que baños de diseño, amplias terrazas y todo tipo de gadgets sorprenden incluso al viajero más curtido por el lujo. La fastuosidad extrema se alcanza en suites como la Yash Chopra, un dúplex dedicado al director más famoso de Bollywood. Las películas de Chopra, que empezaron utilizando el Jungfrau como localización alternativa a las conflictivas montañas de Cachemira, han convertido Interlaken en una meca para los cada vez más abundantes potentados de la emergente India. Más tradicional, la imponente Tower Suite ofrece 240 metros cuadrados, dos terrazas y hasta un bar en la torre que corona una de las esquinas del Victoria.
Los huéspedes de uno y otro mundo disfrutan en todo caso del ambiente intemporal de los desayunos en la espectacular terraza cubierta que por la noche se transforma en el restaurante La Terrasse, merecedor de la más alta puntuación de Gault Milleau para un establecimiento suizo. Dos enormes Spas, uno de los cuales es el buque insignia de la firma cosmética japonesa Sensei; cinco pistas de tenis, tanto al aire libre como cubiertas, y un servicio acostumbrado a tratar de un modo igualmente excelente a reyes, famosos y aventureros de fin de semana con la botas cubiertas de barro complementan la perfecta experiencia alpina entre dos de los lagos más bellos de Suiza.