Mares del Sur: El paraíso de las parejas

Bungalós  sobre el agua en el Bora Bora Pearl Beach Resort & Spa.

Fueron los españoles al mando del navegahnte Álvaro de Mendaña quienes descubireron la Polinesia en 1568. Dos siglos después, el capitán Cook y la tripulación del HMB Endeavour comenzaron la exploración científica de buena parte de estas islas y, además, le dio el nombre de Sociedad al archipiélago del que Tahití es la isla principal. Las dificultades y sacrificios de aquellos viajes nada tienen que ver con la comodidad de viajar desde Europa hasta los cinco archipiélagos que conforman la Polinesia Francesa (Sociedad, Tuamotu, Gambier, Islas Australes y Marquesas) en unas horas de avión. En cualquier caso, la fascinación que los Mares del Sur despertaron en aquellos legendarios marinos y en cuantos les siguieron (como Paul Gaugin, que vivió y murió en las Marquesas; o Marlon Brando, al que se concedió por 99 años la isla de Moorea) no es muy diferente a la que experimentan quienes desembarcan sin más pretensión que descansar, admirar las bellezas de estas islas y dejarse mimar por la delicadeza de sus gentes.

En la consecución de esos objetivos tiene mucho que ver el sentido de la hospitalidad de los polinesios hacia quienes se alojan en los numerosos resorts y complejos hoteleros que desde mediados del siglo XX se han ido instalando en las principales islas de estos archipiélagos.Es el caso del Hotel La Pirogue (www.hotel-la-pirogue.com), al norte de la isla de Taha’a, que en polinesio quiere decir “vainilla” (por los numerosos cultivos de esa aromática flor que existen aquí). Los ocho bungalós de 42 m2 y la suite de este pequeño hotel, situado en un motu (islote coralino) privado, están construidos con madera y techumbre vegetal, al estilo de las viviendas tradicionales de los polinesios, al borde mismo de la playa o entre la densa vegetación de un jardín que parece querer hundir sus raíces en los fondos marinos. Fondos que todos los huéspedes están invitados a conocer mediante algo tan sencillo como un bañador, unas gafas de buceo y un tubo para respirar. También merece la pena visitar alguna de las plantaciones de vainilla de Taha’a o una de las granjas de perlas negras cultivadas, el producto más auténticamente tahitiano.

Taha’a se encuentra muy próxima a la isla de nombre más conocido de la Polinesia: Bora Bora. Su perfil, con la aguja del Otemanu, el volcán que la originó y que está completamente cubierto de vegetación, es también uno de los símbolos más reconocibles de estas lejanas tierras. En esta isla, tomada sobre todo por turistas estadounidenses (el ejército de ese país la utilizó como base de aprovisionamiento durante la II Guerra Mundial), se sitúan los hoteles y resorts más espectaculares y lujosos. Entre ellos el Four Seasons Resort Bora Bora (www.fourseasons.com/borabora), que es, además, uno de los complejos más grandes del archipiélago de la Sociedad, con 121 habitaciones. De ellas, cien se encuentran sobre la propia laguna, construidas con el sistema de palafitos intercomunicados por pasarelas tan característico de buena parte de los alojamientos de lujo en Polinesia. Quien prefiera la tierra firme puede alojarse en alguna de las siete villas con playa semiprivada del complejo, algo más espaciosas que las suites overwater. Todas las habitaciones están equipadas con comodidades y servicios de ultímisima generación, como conexión WiFi o puerto para el iPod.

En el entorno de esa misma isla se encuentra otro referente hotelero: Bora Bora Pearl Beach Resort & Spa (www.spmhotels.com/resort/bora-bora), miembro de los clubs The Leading Small Hotels of the World y Leading Spas of the World, gracias a su lujoso y confortable diseño y a la calidad del servicio. El complejo ofrece 80 bungalós, de los cuales 50 son overwater, diez están sobre la playa y veinte distribuidos por el jardín. En los situados sobre la laguna se puede contemplar la rica vida íctica a través de las trampillas que se abren en el propio suelo de la habitación. Pero si por algo destaca este alojamiento es por su espectacular Spa, de casi 700 m2, donde las terapias tradicionales tahitianas y las técnicas de relajación más actuales conviven en una placentera armonía.

Otra buena recomendación, en Moorea, isla vecina a Tahití, es Legend Resort Villas (www.legendsresortvillas.com), formado por 46 villas distribuidas en un exótico jardín de siete hectáreas. La delicadeza y calidez de todos los espacios de este complejo es imposible que pasen inadvertidas. Tampoco la gastronomía de su restaurante, junto a la piscina, una refinada fusión entre la cocina francesa y la polinesia, como en la mayor parte de los hoteles y restaurantes de este privilegiado rincón del planeta.

Selección Viajar: Le Taha’a Island Resort

La suavidad del perfume de las flores del tiaré y el silencio. Son las dos sensaciones que permanecen para siempre en el recuerdo de todo aquel que se aloja en Le Taha’a Island Resort. Tampoco resulta fácil olvidar la impresión de dormir sobre las plácidas aguas de la laguna sobre la que se distribuyen sus suites overwater, de estilo polinesio y en palafitos interconectados por pasarelas de madera. En total, el resort ofrece 60 lujosas y amplísimas suites, distribuidas en 48 bungalós y doce chalés. Situado en un motu privado, junto a la isla de Taha’a, los huéspedes de este complejo se sienten mimados ya desde el momento en que, tras un agradable viaje en barco desde el aeropuerto de Raiatea (unos 30 minutos) o en helicóptero desde Bora Bora, llegan a la recepción y son recibidos con un collar de flores de tiaré y un asistente personal les enseña las instalaciones. Entre ellas destacan la piscina (algunas suites tienen piscina privada), los dos restaurantes (uno de ellos literalmente junto a la copa de las palmeras que cubren la parte terrestre del complejo) y un Spa en el que se ofrecen terapias relajantes a base de piedras calientes, reflexología o tratamientos especiales como el de Monoï Maitai, un masaje que aprovecha los beneficios de ese exótico aceite.

Este lugar resulta ideal para parejas en viajes románticos, por la privacidad que garantizan los bungalós. De hecho, si lo solicitan, pueden desayunar o cenar en la propia habitación, a resguardo de miradas ajenas, pero con magníficas vistas a la laguna.

Para quienes prefieran algo más de movimiento, hay muchas posibilidades de realizar actividades relacionadas con el mar, como piragüismo, esquí acuático, vela, pesca y, ya fuera del agua, hay una pista de tenis. Y no hay que perderse la actividad estrella en toda la Polinesia: el snorkeling (buceo con tubo). De hecho, junto al hotel existe un magnífico jardín de corales que recuerda que, tanto dentro como fuera del agua, este es uno de los entornos más espectaculares, no sólo de los Mares del Sur.