A horcajadas sobre el estrecho del Bósforo se asienta una de las ciudades más variopintas del planeta. Estambul, la remota Constantinopla, la antigua Bizancio, la capital del Imperio Otomano, ha sido desde siempre un cruce de culturas y de formas muy distintas de entender la vida. La ciudad posee un rico patrimonio romano, bizantino y otomano. El alma zigzagueante de Estambul es el estrecho del Bósforo, una lengua de mar que comunica el tibio Mar de Mármara con el frío Mar Negro. Separa la Turquía europea de la Turquía asiática. El estrecho del Bósforo es un canal de 32 kilómetros de longitud, una anchura de entre 700 y 3.500 metros, y su profundidad media es de 60 metros. Constituye desde hace siglos la vía natural de comunicación y comercio entre Asia y Europa.
La orilla europea
En el corazón de la antigua ciudad de Estambul, en un área peatonal repleta de tiendas y restaurantes, el Hotel Sultania recuerda la majestuosidad de las residencias del harén del sultán. Así, cada una de las 42 lujosas habitaciones, decoradas en estilo tradicional, lleva el nombre de una esposa famosa de un poderoso sultán otomano. El hotel posee piscina climatizada, un centro de wellness y un restaurante gourmet. Además, se encuentra muy cerca de la Basílica de Santa Sofía, la obra más impresionante de la época bizantina, y del soberbio Palacio de Topkapi, sede habitual durante más de cuatro siglos de los monarcas otomanos. Y, un poco más allá, el Gran Bazar, construido a mediados del siglo XV, ampliado y reformado varias veces tras sufrir muchos percances. A solo unos pasos del Palacio Topkapi, con buenas vistas al primer patio de este fabuloso palacio, se erige el Sirkeci Konak Hotel, un encantador hotel de estilo otomano. Aunque el establecimiento es de construcción reciente, ha tratado de captar la esencia de las vastas mansiones residenciales otomanas del pasado (konak significa palacio). Aúna el estilo clásico del siglo XIX y todas las comodidades del siglo XXI. Dispone de 52 habitaciones, diseñadas con respeto a la historia y las tradiciones, con mobiliario otomano, en armonía con lo último en confort.
En la misma ribera europea, pero más allá del Palacio de Dolmabahçe, construido a mediados del siglo XIX, al estilo europeo, por el sultán Abdülmejud como una de las muestras más esplendorosas de la decadencia del un Imperio Otomano, el Hotel Les Ottomans es un ave fénix renacida de sus cenizas. A finales del siglo XVIII era una mansión veraniega del hattat (maestro calígrafo) Muhsinzade Mehmet Pasha, y sus descendientes vivieron ahí hasta 1929. Tres años después sufrió un pavoroso incendio. Luego se utilizó como almacén de carbón y áridos. En la década de los 80 del siglo pasado un promotor turístico adquirió la propiedad. Y hace unos años la gran mansión fue reconstruida siguiendo los planos originales y se decoró acorde con la filosofía feng shui. Hoy es un palacete con once suites suntuosas, decoradas con frisos caligráficos, incrustaciones de marfil y sedas, sin olvidar la piscina exterior, el Spa y la sala de cine.
La orilla asiática
Tras cruzar el puente del Bósforo hacia la Estambul asiática, cerca del Palacio Beylerbeyi, donde se alojó la emperatriz Eugenia (Eugenia de Montijo, esposa de Napoleón III) cuando en 1869 asistió a la inauguración del Canal de Suez, se yergue el Bosphorus Palace Hotel. El edificio, lujosamente restaurado, fue residencia de Debreli Ismail Pasha, visir (primer ministro) del sultán Selim III, y es una bella muestra de arquitectura neo-otomana de finales del siglo XVIII. Un siglo después, la mansión fue reconstruida, y renovada en 1996. Dispone de catorce suites de lujo, una cocina internacional muy cuidada y fantásticas vistas al Bósforo.
Jardín sobre el estrecho
Entre los dos puentes que cruzan el estrecho, en la orilla asiática, a las afueras de Çengelköy, un barrio que conserva un marcado carácter marinero, un hotel con encanto, el Sumahan on The Water Hotel, parece flotar sobre las aguas. El edificio fue construido a mediados del siglo XIX como una destilería donde se elaboraba raki, un licor anisado a base de frutas (de higo, especialmente) que hoy se considera el licor nacional turco. El hotel ha permanecido en manos de la misma familia desde entonces, pero el inmueble fue ampliamente rehabilitado para proporcionar el máximo confort. Las suites a dos niveles disponen de jardín sobre el estrecho, y muchas de las habitaciones tienen su propio baño turco o hammam. El restaurante terraza frente al mar es una auténtica joya. Pasado el segundo puente sobre el Bósforo, en el barrio de Kanlica, y sobre la orilla misma, se levanta una mansión, antaño hogar de un gobernador otomano. La blancura deslumbrante del A’jia Hotel contrasta con el azul denso del mar sobre el que descansa y con el verde botella de la vegetación que lo enmarca. Dispone de un muelle en su terraza que permite el fácil acceso desde el mar. Sus dieciséis habitaciones, decoradas con inspiración minimalista e influencias de principios del siglo XIX, son muy tranquilas. En la elegante zona exterior, sobre el mar, cocina exquisita y vistas inolvidables del estrecho.
Selección Viajar: Çiragan Palace
El Çiragan Palace Kempinski Istanbul es un antiguo palacio otomano transformado en parte en un fantástico hotel de cinco estrellas por la cadena Kempinski. Se alza en la costa europea del Bósforo, en el barrio de Besiktas. Este enorme palacio blanco es un ejemplo de perseverancia ya que, desde aquella mansión de verano construida en madera allá por el siglo XVI hasta el fastuoso edificio de mármol actual, la historia de este inmueble se derrumbó y se reedificó al menos en cinco ocasiones.
Corría el año 1855 cuando el sultán Abdülaziz ordenó la construcción de un ostentoso palacio para enfrentarse con la cara bien alta a la etapa de decadencia y crisis financiera que ya acechaba al Imperio Otomano. El arquitecto encargado de realizar tal proeza, Nigogos Balyan, viajó por el norte de África y se acercó hasta España, por requerimiento de su sultán, para inspirarse en las grandes obras de la arquitectura árabe. El resultado final fue una obra maestra llena de encanto. Pero el voluble sultán apenas vivió unos meses ahí, ya que consideraba que el lugar era demasiado húmedo para su gusto.
En 1909, el gran edificio se utilizó como Parlamento, pero fue destruido por un sospechoso incendio unos meses después. Luego la zona se destinó a vertedero de la ciudad y campo de fútbol. En 1986 el grupo hotelero Kempinski lo salvó de la ruina y lo convirtió en el hotel actual, cita obligada de los altos dignatarios en su visita a la ciudad.
En el Çiragan Palace ya el vestíbulo asombra por sus grandes dimensiones, como también son sorprendentes sus cuidados jardines y la piscina climatizada, junto al Bósforo. La mayoría de sus habitaciones y las once suites se asoman al estrecho y tienen vistas extensas sobre la ciudad. El hotel ofrece servicio de Spa con una amplia oferta de tratamientos. Capítulo importante merece la gastronomía, pues el chef Olivier Chaleil sabe cómo conjugar la cocina otomana tradicional con nuevas propuestas de cocina turca de fusión.